29.6.10

Como una Barbie, me sonríes, caminas de puntillas, te tiñes.

De una bofetada, maldita frígida, de dos hostias bien dadas, te devolvería la dignidad perdida entre tanto plástico para darte lo tuyo,- con ganas -y dejarte babeando sobre la almohada.

Sé mi complemento directo, muñeca abominable. Te lo suplico.
Permíteme acabar con todos tus frenos. Cortar. Pegar. Echarte de menos.

Y dejarle las sobras a los perros.

26.6.10

La forma de tus brazos


Te tengo sin tenerte y, mirando el suelo, me entretengo en echarte de menos.

Hay veces que duele más, siendo ésta una de ellas.

Me duelen los ojos de buscarte en cualquier lado y sangran mis manos sin tocarte.

Hay veces que uno se muere por el simple hecho de vivir sin lo que quiere.

Pensando en no olvidar, porque nunca se puede olvidar. Porque nunca se quiere olvidar.
Voy a esperar, pues es la única forma. Voy a escuchar, a intentar decirte cuánto te extraño.

No quiero preocupar, pero hoy vivo preocupado. Sin razón, pero preocupado por no poder disfrutar de lo único que quiero, que tiene la forma de tus brazos.
Es temprano, pero llegará. Mientras tanto, sólo quiero sentir que me quieres.


Como hoy, como siempre.

12.6.10

Y de repente... la nada.

Escuchaba el tic-tac del reloj que estaba a mi derecha, sonido eterno que nos indica que nuestra estancia aquí no es permanente, que nos indica que, algún día, dejaremos de ser lo que somos para convertirnos en aquéllo que no somos.

Observaba, a través de la ventana, el continuo pasar de los automóviles, el pitar del claxon de éstos, el chirriar de las llantas al momento que frenaban de una manera brusca...
Así mismo, escuchaba el repicar de las gotas de lluvia contra el cristal, y observaba como el vaho que emanaba de mi boca, al chocar con la ventana, formaba una delgada capa que me invitaba a hacer pequeños trazos, tal vez sin sentido, en ella...
Sentí como el frío caló hasta mis huesos, y temblé ligeramente, resolví ir por una chamarra, cobija, suéter, o lo primero que encontrase, para cubrirme de ese frío enfermizo que invadía la habitación y mi cuerpo. Lentamente, me puse de pie y me dirigí al guardarropa, sólo para descubrir que estaba completamente vacío, no había una sola prenda dentro de él...
Un poco consternada, y asombrada, por este hallazgo, me dirigí al armario de la otra habitación para tomar una cobija, cuando llegué por ella, va siendo mi sorpresa que también estaba vacío.
Ni modo - pensé yo- soportaré el frío. Sin embargo, ambos descubrimientos habían dejado en mí una clara sensación de desasosiego.
Para calmar mis nervios, decidí ir por un cigarrillo, caminé lentamente hacia mi habitación y me dirigí directamente a la mesa de noche, que se encuentra al lado de mi cama, para tomar la cajetilla y poder fumarme aquel objeto que calmaba mis nervios.
Lo tomé, lo encendí y me dirigí a la ventana, la abrí y me recargué en el alféizar, y sentía como la brisa de la recién detenida lluvia, en conjunto con el viento gélido que soplaba, refrescaba mi cara, al mismo tiempo que la helaba.
Instantáneamente, me llevé el cigarrillo a los labios, y le dí la primer inhalada, sin sentir algo, y sin tomarle sabor...
¡Qué raro! - me dije a mi misma - Sin embargo, continué fumando sin sentir cosa alguna...
Habiendo terminado de fumar, mis nervios, en lugar de haber disminuido, habían incrementado...
Resuelta a quitarme de encima esa incómoda sensación, decidí caminar por la casa, a ver si, de este modo, calmaba mi creciente ansiedad.
Cerré la ventana, y salí de mi habitación, descubriendo que reinaba un sopor en toda la casa, difícil de describir y soportar, además del silencio muerto que impregnaba cada rincón de la casa, parecía como si la eternidad estuviese guardada dentro de mi casa, cual bomba a punto de explosión.
Me dirigí a la cocina, vacía.La sala, vacía.El comedor, vacío.Las habitaciones, vacías.
¿Dónde están todos? - pensé - Tal vez, me quedé dormida y salieron sin avisar, como es su costumbre - me respondí.
Continué caminando, hasta llegar a la puerta que daba al patio trasero...Salí al patio y noté como la hierba estaba demasiado crecida...
Me quedé parada un momento en medio del patio y volteé mi cara hacia el cielo, descubriéndolo de un color grisáceo y plagado de nubes...
Al bajar mi mirada, volteé hacia la izquierda, descubriendo un curioso objeto que llamó mi atención en la esquina, cubierto de hierba, casi por completo.
Me dirigí a ese lugar y le quité de encima la hierba, arrancándola y lo que descubrí, me dejó petrificada por completo...
Aquí yace...
Comprendí todo y las imágenes y recuerdos volvieron a mí cual cubeta de agua helada...
La cuerda, las escaleras, mi cuello...
El grito de mi madre, las lágrimas de mi padre...Como consecuencia, el autismo de mi hermana...
La mudanza, el dejar atrás recuerdos...
El eterno dolor, y la creciente desesperación...
Huellas imborrables, perdurables para toda una eternidad...
Una lágrima traviesa surcó mi mejilla y se perdió en lo profundo de mi cuello, desvaneciéndose entre mis cabellos.
...Y de repente, la nada.
By BlacKittie

7.6.10

Para el Buk

Y salir a caminar. Pisar los pasos pisados. Abandonar el barco, el tren y el microbus de la muerte.




Las historias de ciudad son tan aburridas cuando se cuentan antes de dormir. Por éso es mejor salir a caminar. Una ciudad como ésta se llama soledad. La soledad no es otra cosa que estar vivo.




Hay una carta que escribí hace 10 años. Tantas noches perdidas, tanto viento. Casi todas las noches prendo una botella hasta incendiarme. Caminar veloz y de prisa. A veces siento que he perdido algo. Y es como seguir sin camisa, o sin calzones. Y lo buscas en los libreros, en las ventanas, en los terceros pisos. Nada. Y a veces hay árboles. Y un colibrí que me persigue. O me sigue? Llegué a ése lugar a donde vamos todos alguna vez. Miré el letrero de bienvenida. "Aquí es La Muerte, pase usted". Una mujer de ojos negros estaba sola. Piernas largas, pezones rojos perfilados en seda. Sí, justo como me la imaginé. Me senté a su lado. Saqué la carta, tenía tu nombre.


"Siempre quise escribirte, viejo indecente, hijo de puta. Charles Henry Bukowski. Siempre ha sido correr, correr hasta el último piso, hasta la otra esquina, hasta la escuela, el camión y la mesa. Nunca te has visto? En ésta historia no hay nudo, hay presagios y pozos. Y cuando estás en el baño, en un parque, en una estación, en el pinche metro o en la cama con ella, encuentro tus huellas, el charco de sangre, la saliva embarrada en las palabras conque me hacías sentir que era menos desgraciado. Las tristezas de saber el pasado ladrando tras de mí, en cada respiro. El abandono. El deseo. El sexo. La libertad. La angustia. Las manos juntas. La fuerza de lo que sufre. Ni Hemingway, Céline, Dostoievsky, Morrison. Ni Miller, ni Antonin Artaud. Ni Parménides, ni Garibay. Ni siquiera Pedro Juan Gutiérrez. Sus nombres retumban mientras corres, avanzas, pisas, brincas. Corres hasta perder la cabeza, el hastío, la desolación, porque todo pasa simultáneo y no se queda.





Pero el Buk truena en tantas cantinas y bares, en los cuartos de hotel, en los cafés y en los cuartos desolados. Truena como un disparo en la oscuridad. Cuando en solitario matabas las botellas para salir del asco de un lunes o un mes de diciembre. Había que leerte en inglés y ahorrar un varo para tener en contraseñas, un blanco y grande libro que limpiaba las noches de ésa "sinfonía" del asco. De apestosos días de los noventa, coprofilia de amores rotos, los impulsos de seguir y los intentos de morir. Luego te moriste. Cabrón maldito, cómo me dejaste sólo?





Cuando siempre habías sido mi amigo en las pedas y en los líos, el hambre y la sed; de quitarle la ropa a las mujeres... Y así llegó el cartero el 9 de marzo de 1994. Tus 74 fueron el año de la bestia. Después todos querían ser como tú. Como cuando ahora, hay quienes se compran ropas andrajosas o gastadas con el fin de parecer urbanos y sucios. Las eyaculaciones se vendían en el Sanborns y las erecciones eran estigma y bandera de los que juraban ser una reencarnación. Imagina hasta un curso para saber qué bebías, dónde te metías y qué madrazos te pusiste...". Chingada madre. Ha pasado casi una década. El colibrí a veces nos visita. Del cementerio viene hasta aquí. Nunca quise ser como tú, ni me gustan las carreras de caballos. Conozco amigos como Posadas que saben que la vida es así, COMO TUS LIBROS. Y entonces es mejor cojerla, cagarse de risa, llorar hasta morir o simplemente... ser. Muchos beberán hasta vomitar su nombre y harán pendejadas para hacerse notar. Otros sólo podemos escribir. Sigo mis pasos hacia ninguna parte. El fantasma me dijo "ando erizo". Te sigo leyendo. cuando me siento en el baño. Cuando quiero escapar en el metro y ocultarme detrás de ése libro. Cuando les pongo wuevos a tod@s en un café mamón y me río a carcajadas. Si una cabroncita de tanga y tetas fuertes me dice: "puuta wueeeey, conoces a Bukosssssskiiiii??", le digo ... CHUPAS! Qué tranza con la gente wuey! La neta no mames, nunca pensé que te fuera a extrañar tanto. Pero es así, las cosas cambian. Siempre hay más perros del infierno para escapar. Para el buk. publicado en la quinceañera revista GENERACION.

Por Luís Martignon

3.6.10

Trasnochando..

La chica de la nariz de gato me mira porque la miro. Me gustan sus rodillas moradas, como galaxias diluidas. Besa como si estuviera borracha. Tiene las manos frías. Habla de accidentes emocionales, pero no me la termino de creer. Tiene pinta de comerse los corazones crudos. En su bolso lleva caramelos de goma con forma de oso. Y, cuando sonríe, cierra los ojos. Un poco, solo un poco...
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