24.3.10

Y si, sigo aquí...

Cuando hay voces por dentro que no te dejan en paz, es mejor apagarlas con mucho ruido, encender la radio todo el tiempo, mantener tu cabeza ocupada, hacer cosas como ver la televisión y comer y leer e ir de un lado a otro de la habitación o del pasillo a la vez.

Cuando las voces no te dejan, es mejor sentir el frío hasta el culo, y obligarte a escapar como puedas. Y servirte cuanto alcohol tengas a la mano, con la promesa de no volverlo a hacer. Pero ya es demasiado tarde para ello, porque ni el alcohol será suficiente, y sólo es un sedante mal cómplice.

Ésta noche de domingo, no hay nada más que hacer, que repetirse, como miles de noches atrás. Cerrar las puertas, apagar las luces, prepararte para luchar contra el insomnio.
Y entonces te das cuenta, de que hay un silencio especial. Por fin hay un silencio poderoso, total. En las calles, en el patio, en el aire. Ni los ruidos de las paredes aledañas, ni tu respiración, ni nada... silencio en la ciudad.

No hay aviones que rompan el cielo, ni balazos, ni autos quemando llanta, o ambulancias llorando en la noche. No suena el teléfono, y la música de tu vida está descansando.

Así que te das cuenta que va EXPLOTAR. Un SEPTIEMBRE SIN AZUL NI MORADO.Y comprendes que han sido tus primeras veces de muchas cosas.

Como un alma transparente, el silencio te va llevando a los recuerdos de tus veintimuchos años, que son nuevos renglones en la historia de la vida.

Como vivir al filo de un milenio, el corazón azul caribe, las nubes entre los ojos, ser extranjero en ésta tierra, perder la cámara fotográfica y no acordarse.

Aterrizar en el gheto de toda tu vida, subir dos tallas de peso, beberte una botella al día por seis meses, saltar del bungee, ser juzgado, estar condenado, saberte con experiencia en tantas cosas como un viejo lobo de mar. No, de mar no, de apenas un charco o un pequeño lago, pero así, de ése modo.

Sentirte viejo de verdad, y verte así en el espejo. No haber visto ni una película del Foro Internacional de Cine, no beber de rigor dos tazas de café expresso al día, levantarte a las cuatro de la tarde, dormir a las 3:16 y un medio de la madrugada.

Volverte loco de verdad, olvidarte de pronto de cómo caminar, destruir el destino, acabar con todo, dar el paso detrás de la raya límite y , detrás de ésa frontera, regresar no a salvo, y con muchas llagas.

Querer suicidarte con un arma de fuego y con un cinturón como soga. Votar por el perdedor, sentir una leve tibia/libertad de la ciudad en un concierto en el Zócalo.

No dormir en 4 días seguidos. Tomar pastillas para dormir.

Tener unos tenis después de los ochenta, beber champaña un día cualquiera en una noche muy oscura, tener una máquina tercera generación, de marca, que sí corre a 56kbps en la red.

Limpiar los restos de mis restos, encontrar tus casettes de rock de hace 10 años, saber que el pasado no se ha ido, tener la certeza de que el futuro está más lejos de lo que creías.

Y al saber todo esto, que me dí cuenta cuando estaba en el silencio. Me paralicé, de pronto parecía que todo se movía. Y la única luz de una pequeña lámpara, ámbar y redonda que cae sobre un montón de libros en el suelo, me hizo respirar profundo y tranquilizarme. Y yo que quería dormir tranquilo, y descansar por lo menos ésta noche de todo. Puto silencio conspirador, tengo que servirme otro vaso de whisky, y ya no quería por ésta noche, no quería acabar así, perdiendo todo el olvido que tanto me ha costado. Mierda. Unos perros ya se escuchan a lo lejos, y ya casi amanece, pero yo sigo aquí, y ahora, tengo que terminarme lo que queda de la botella, y de mí.

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