22.7.10


Yo pertenezco a los olvidados,
a los hombres complementarios,
a los que nunca una mujer le cocinaría;
pertenezco a los ebrios,
sin futuro,
que lloriquean en el fondo de unas sábanas sucias;
yo pertenezco a nadie,
a ninguna mujer buena o mala,
no pertenezco a sus sueños de vida,
no pertenezco a sus casas,
no pertenezco a sus familias,
no pertenezco a sus deseos.

Yo pertenezco al olvido,
a las calles sucias,
pertenezco a los retretes vomitados,
pertenezco a los hoteluchos solitarios,
pertenezco a las llamadas perdias de su móvil.
Yo pertenezco a la lluvia ácida,
a los caminos muertos,
a Fullham Road,
pertenezco a los hospitales
y al reflujo gástrico.

Nunca voy a pertenecer a la simplicidad,
nunca a la sobriedad,
solo pertenezco al polvo,
a las imagenes de muerte y soledad;
pertenezco a las psicóticas,
pertenezco a las redimidas,
pertenezco a salvajes alcohólicas,
pertenezco a las que follan tristemente;
yo solo pertenezco a la muerte en una carretera,
a la muerte en soledad,
pertenezco a la deseperación
y al deseo de nunca más levantarme tras una resaca.

Yo pertenezco a los que alivian ciertos dolores,
pero no pertenezco,
a los que importan para unos días juntos;
yo solo pertenezco
a los que viven de mails
y mensajes en un móvil.

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