19.11.09

Y es que hay veces...

A veces no soy tan temperamental y furtivo, a veces me doy cuenta de la hora y calculo mal los ruidos.

A veces estoy dilatando tu nombre a cuenta gotas para que no se rompa, a veces me entrego en forma etérea para que no sepas ni mi nombre, ni quien soy.


A veces me visto de nada, la nada que llega con las tardes, la nada que se asoma en esa ventana que te mira envejecer todas las tardes.

Y ése cuaderno? guarda ya las palabras del destierro?

Todos los días leo una página de tí, trato de adivinar la metafísica de tu desidia, la perfidia de tus muertos, la gravedad del asunto.

A veces me pregunto porqué de todo, porqué de tanto de mi y de mí y en mí, es cuando me asalta el miedo de que te hayas quedado tan cerca, pero nada más.

A veces, más de las que te imaginas y de las que yo había pensado, me doy cuenta de la terrible verdad del mundo y no sé qué hacer ni a dónde ir.

A veces camino por las calles y me miro en los reflejos, en luto, y apriento el paso, aprieto el acelerador, aprieto los dientes, las muñecas, los dedos, aprieto el aire para que te me salgas.

A veces es verdad que lloro y no puedo evitarlo y salgo corriendo de los cafés y los bares, a veces grito y desespero en los parques y en las tiendas de ropa sin televisor.

A veces me empalmo y sólo suspiro mientras recorro el cielo esperando que algo -por fin- suceda.

A veces te encuentro, pero no dura mucho... sólo un instante, callado y tibio, mientras sucede, la sangre se calienta, me sudan las manos, quiero correr a buscarte, alcanzarte, ir en la dirección correcta de mi destino, avanzar hasta llegar hasta el final, hasta ésa eternidad perdida; ésa inquietud que levanta, ese llamado perdón que se transmuta en pasión y hace falta para vivir.

Cuando te conviertes en mi pasión, siento tanto miedo y alegría al mismo tiempo que puedo hacerlo todo.

Y cuando te vas -porque siempre te vas- recupero la calculada enfermedad que me hace ser sombra, camino distante pero seguro, sonrío y me olvido de sonreir, miento madres y me encierro. Soy mi guardián y mi cautivo. Cuando pasa ese a-ve-ces... sigo siendo una línea más de las arrugas de una vida pasajera y velada, una línea en las aceras, una línea más en éste código de barras donde perdemos todos.

S.D.A.

Fotografía: Geoff L. Johnson

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