22.12.09

Paréntesis

Cuatro palabras

El aire era gris. Y en mi cama moría la carta que lo decía todo en nada. Cuatro palabras que, sin previo aviso, salieron del papel para dejarme sin tu esencia, para dejarme con tu ausencia.

El silencio era ensordecedor. Y una cucaracha suponía el único elemento de vida que quedaba en la estancia. Tu carta era la muerte, que quemó mis manos que aún arden entre llamas y sollozos. El teléfono sonaba de vez en cuando, pero no creo que fueses tú. Nadie a este lado. Todo en mi corazón.

El olor era insoportable. Tal vez eso atrajese a los vecinos. Pero ya daría igual. A ti, de hecho, ya te daba igual. No importaban las palabras, que ya estaban olvidadas. No importaban las caricias y los besos, que probablemente no tardarían en encontrar nuevo dueño. Yo no te importaba. Yo no me importaba. Tú nunca dejaste de importarme.

El agua se había teñido de rojo. Y mi mano aún sostenía nuestra última mirada. Afilada, como la oscuridad que me encerraba.

Y la carta del adiós reposando sobre lo que un día fue nuestra cama. Y esas cuatro palabras que, entumecidas por la humedad, descansaban junto a mí.

Yo ya no soy. ¿Y tú?

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